La universidad es una institución en la que se produce conocimiento y se forma a los/as nuevos/as profesionales de un país. Mas, al mismo tiempo, la universidad constituye una comunidad de intercambio cultural, social, intelectual, que posibilita la proyección de ideas y prácticas diversas y complejas.

La universidad es un territorio significativo: por un lado favorece la producción de pensamiento crítico y, por otro, propicia una verdadera emancipación intelectual. Esto supone que podemos lograr un sistema autónomo de significados propios, que tenga alcances diversos, que contribuya a la historia y a nuestras experiencias subjetivas. Esos sentidos se vuelven públicos y, por lo tanto, se intercambian y democratizan creando diferentes colectivos de conocimiento.

Porque la educación, para la universidad pública, es un derecho. A través del aprendizaje y la enseñanza universitaria, atravesando diferentes modos de convivencia, nos reconocemos como sujetos de derechos: de responsabilidades y derechos. De un diálogo, una relación, una conversación con aquellos/as con los/as que compartimos la universidad, sus pasillos, sus aulas, los centros de estudiantes, el centro de copiado, el consejo, la calle.  El acceso a la cultura es un derecho humano. Eso es la universidad pública también.

En la Universidad ocurre un intercambio vivo y trascendente que estructura las sociedades y nuestras posiciones ante el mundo, y nos enfrenta a teorías y prácticas en relación con la crítica cultural, social, económica y política que problematizan el dominio, la violencia, la colonización y la opresión de saberes. La universidad se edifica como un lugar lleno de herramientas que propone colaborar en el bienestar social y favorecer la reconstrucción del lazo social.